miércoles, diciembre 21, 2011

"El Convidado de los Muertos y Otros Relatos de Ultratumba" de Claude Vignon

La francesa Noemi Cadiot (1832-1888) debió ser una mujer digna de conocer. Escultora de prestigio, esposa del ocultista Raphael Levi (acabaría separándose de él) y exitosa autora de la escuela realista bajo el seudónimo de Claude Vignon. Todo esto en la pacata Francia de la segunda mitad del XIX no deja de tener un inmenso mérito.
Por desgracia, en lo literario, la fama de Vignon se ha desvanecido como la de tantos otros discípulos de Balzac, y no creo que sea posible encontrar ninguna de sus obras en el mercado. Sin embargo, Vignon cultivó de forma discreta el cuento fantástico, ya sea por influencia de su primer marido, por el poderoso influjo de Hoffmann o por seguir la moda de los últimos coletazos del Romanticismo, sea por lo que sea, la francesa firmó un puñado de relatos de estas características y, paradójicamente, a día de hoy, es lo único que ha perdurado de su producción. Claro está, el culpable de este hecho es uno de nuestros sospechosos habituales, la editorial Valdemar que recogió lo más interesante de la producción macabra de Vignon en el nº 43 de su magnífica colección de bolsillo El Club Diógenes bajó el título “El convidado de los muertos y otros relatos de ultratumba” (1996).
Y no podemos menos que congratularnos de semejante decisión por qué los seis relatos terroríficos de esta antología son realmente una delicia para aquellos que gusten del cuento de miedo del XIX. Obvio es que Vignon no es un genio, no hallaremos aquí la habilidad de un Gautier o un Maupassant, pero también es cierto que la francesa resulta una escritora de lo más competente a la hora de conseguir sus fines. Menos innovadora que otros, pero dueña de una imaginación perturbadora capaz de crear algunas escenas realmente inolvidables.
Estos cuentos reflejan dos formas diferentes de encarar lo fantástico más tenebroso, una de ellas consiste en el recurso a la ambientación medieval y a la inspiración germánica. A riesgo de resultar redundante, la mano alargada de Hoffmann y el Romanticismo tardío son los responsables de este enfoque, presente en cuentos como “El convidado de los muertos o “Isobel resucitada”.
Sin embargo, Vignon resulta más interesante cuando elige su segundo enfoque, al emplear los recursos de la narración realista hasta que, de repente, surge lo fantástico creando una tensión entre opuestos de los más atractivo. Algo que se consigue de forma especialmente eficaz en “La losa”, “La imagen de la conciencia” o “Los diez mil francos del diablo”.
En cualquier caso, sea de una forma u otra, hay un rasgo común a todos estos relatos, la venganza del fallecido, la reaparición del muerto, generalmente asesinado, que consigue que se haga justicia a costa de sus verdugos.
Quizá la narración con una imagen más impactante sea la que abre el libro, “Los muertos se vengan”. Es también la que menos encaja en cualquiera de los dos modelos que he descrito anteriormente. Ambientada en la época en que la autora escribía, no es por ello de tipo realista y más bien tiene un aire de alucinación y sueño precursor del surrealismo aunque también visto en otros autores cercanos en el tiempo a Vignon como Nodier, Gautier o el mismo Hoffmann. La idea de que los muertos sometidos a una autopsia, o a una disección en una clase de medicina, sienten todavía dolor aunque no puedan expresarlo de ninguna forma, es presentado por la francesa de una forma tan perturbadora y explícita (para aquellos años) que todavía a día de hoy algunos fragmentos de este cuento resultan bastante impresionantes.
“El convidado de los muertos” es la menos original de las historias, la más deudora de Hoffmann y el final del Romanticismo, y la más tópica con su aspecto de seudoleyenda medieval ambientada en Alemania y con un mil veces visto pacto con el diablo. Con todo, Vignon salva los muebles gracias a la potencia de algunas de las imágenes que crea, y a la violencia que envuelve toda la historia y que le da una extraña fuerza.
“Isobel la resucitada” es el más fantástico de todos estos cuentos y presenta un protofeminismo que quizá no fue intencionado por parte de su autora, pero que, a día de hoy, es una posible lectura plenamente justificada. Isobel es un ser demoniaco, a medio camino entre el vampiro y el muerto resucitado, a lo largo del cuento ejerce un poder fascinador sobre todos los hombres que se acercan a ella y entierra a cuatro maridos incapaces de aguantar una vida juntos. La carga sexual del relato es bastante fácil de ver y no deja de ser uno de los pocos casos en que las metáfora de la vampira como depredadora sexual y, por tanto, como transgresora del orden social machista imperante en el XIX, aparece de forma más nítida. El cuento flaquea al final y se cierra en cierta forma en falso y de forma apresurada y ambigua, personalmente, me ha dado la sensación de que a Vignon le costaba matar a su enfermiza Isobel, lo que refuerza la posible lectura feminista de toda la historia.
Los cuentos de ambientación realista poseen todos unos rasgos comunes que les acercan mucho a otros similares escritos por Guy de Maupassant. Todos ellos son una crítica despiadada a la burguesía de la época, especialmente al gran tema de la novela realista del XIX: el dinero y la ambición (auténtica obsesión para Balzac, uno de los maestros de Vignon). En todos los casos la técnica es similar, una descripción de un sector social muy determinado: la burguesía rural en “La imagen de la conciencia”, los más ricos en “La losa”, los oficinistas de sueldo mísero en “Los diez mil francos del diablo”. La tentación del enriquecimiento fácil que acosa a sus protagonistas y, finalmente, el asesinato como única forma de conseguir este objetivo. En dos casos, la trama entronca con otra debilidad de la novela realista: las herencias y sus complejidades. Pero, en cualquier caso, el criminal acaba pagando su crimen debido a la irrupción de lo fantástico en forma de espectro vengativo que los arrastra a la locura, generalmente mediante visiones que sólo ellos pueden percibir.
A este respecto, estos tres cuentos corresponderían plenamente a lo que Todorov llama auténtica literatura fantástica, ya que esa locura puede ser un resquicio desde el cual dar una explicación lógica a todo lo ocurrido y, por tanto, cargan de ambigüedad toda la historia.
En cualquier caso, el truco es muy efectivo y dota de una nueva dimensión a estos relatos aparentemente realistas, ayudándoles en sus fines (la crítica a los males de una sociedad) y demostrando que Realismo y Fantasía son dos caras de una misma moneda y pueden ser perfectamente compatibles e, incluso, complementarios.
En cualquier caso, leer a Vignon es una gozada y animo a los amigos de los viejos cuentos de miedo a sumergirse en esta desconocida, no les defraudará.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este libro ya lo había encontrado por allá, en una estantería en un rincón de la librería que frecuento. Lo había anotado en mi lista (mental) y el dueño me lo recomendó varias veces, pero se me olvidó. Espero que para enero siga en la librería, porque sé que es un imperdible.
Buena reseña.
Saludos.

vie dic 23, 05:21:00 a. m. 2011  
Blogger Iván Fernández Balbuena said...

Espero que lo disfrutes.

vie dic 30, 06:53:00 p. m. 2011  

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